Storytelling [3]
Hola [FIRST_NAME]:
Este correo es para pedirte que ayudes a Ana María.
Aquí: https://www.enlace a una landing de donar.com
Y ES MUY URGENTE.
Lunes, 07:00 de la mañana, Parroquia Sucre, área metropolitana del noroeste de Caracas.
Como todas las mañanas sobre esa hora, Ana María, 38 años, viuda, anda con prisa terminando de ayudar a vestirse a sus dos hijos: María Eugenia (10 años) y Alejandro (6).
En unos minutos les preparará un vaso de leche, convenientemente rebajada con agua, para que la poca que le queda ya en casa le alcance siquiera para un par de días, y los acercará donde la abuela Luisa, para que ella los acompañe más tarde al colegio.
Ana María siempre anda con prisas, pero hoy especialmente.
Le han dicho que hay un sitio en Santa Rosalía de Palermo (en la otra punta del área metropolitana de Caracas), en el que quizá pueda comprar un pen (puede que incluso dos) de insulina: —Ojalá queden cuando llegue —piensa preocupada mientras termina de peinar a Alejandro— y me alcance lo que tengo para pagar lo que me pidan.
Ana María es diabética y está muy preocupada: hace ya casi dos semanas que no se inyecta insulina. No hay, o la que hay es extremadamente cara y ella no puede pagar el precio que piden.
El problema de Ana María se agrava, además, por el hecho de que no puede permitirse la alimentación que necesita. Su sueldo apenas le da para comer yuca, plátanos, y en el mejor de los casos, arroz (una dieta nefasta para un diabético).
Nada de carne, pollo, pescado o ensaladas, eso es solo para los niños y solo de cuando en cuando. Los precios son inalcanzables para ella.
La insulina antes se la daban antes en el IVSS (Instituto Venezolano de los Seguros Sociales), luego la consiguió, durante algún tiempo, a través de un familiar que está en el Sumet (Sindicato de Trabajadores Municipales) y después en otras organizaciones del Estado; pero, desde hace aproximadamente un año y medio, la situación se ha complicado.
Y ya no hay.
Ni siquiera como al principio, cuando dejaron de dársela a través del Ministerio del Poder Popular para la Salud, puede encontrarla en Locatel o Farmatodo, que allí antes sí había, pero ahora ya no, o casi nunca.
Hoy le toca irse para Santa Rosalía de Palermo, pero ha habido veces que se ha desplazado hasta Maracay o Valencia y hubo una vez que incluso fue a Ciudad Bolívar, a 600 kilómetros de su casa, buscando la insulina que le permita vivir y que, en realidad, no puede permitirse.
Esa es la vida, día a día, de Ana María y de millones de venezolanos que no consiguen (ni pagando a precio de oro) los medicamentos que necesitan.
Tenemos que hacer algo... (enlace a una landing de donar),
Hola [FIRST_NAME]:
Juana anda aún con la mirada un poco perdida y el paso torpe. Estuvo varias horas agarrada a la reja de un ventanal de su casa, en Xxxxxx, con Manuel, su marido, desaparecido.